Cada persona deja un lugar en el corazón, por muy mal que nos haga pasarlo o muy mal que nos hagamos pasarlo nosotros.
Toda historia debe tener un principio, pero realmente todavía estoy descubriendo donde empezó todo. Irán saliendo todos los desamores de mi vida, por que vivo enamorándome y desenamorándome cada día, de personas y cosas. Manolo, un ``chico´´ que con tan solo unos 11 años y poco, consiguió robar un pedacito de mi corazón, que aún conserva. Yo viví en un pueblo de Córdoba, en un precioso termino de flora y algo de fauna en la que viví mi infancia y parte de mi adolescencia prácticamente sola, en las que con mi música y mi creación e imaginación que siempre he tenido mucha, he de decirlo, pasaba mis días feliz. En casa de por sí ya teníamos bastantes problemas aunque yo no fuese consciente del todo en ese momento. Después de pasar parte de mi infancia en aquel lugar que a día de hoy lo considero mi lugar favorito del mundo ,volvimos a Sevilla, mi tierra natal para 4 años después volver de nuevo. Ya como adolescente, vuelvo a un sitio conocido pero totalmente cambiado y me encuentro con Manolo, repetidor igual que yo y que en la infancia había sido ya compañero de clase. Cuando entro y me presento, él aún no me recuerda pero a mi que soy bastante buena con las caras me recuerda a un rubio de ojos verdes que aparece en el trenecito de la foto de infantil. Claramente no le digo nada. Pasamos toda la mañana como compañeros de pupitre y mi fijación en el fue casi inmediata, se percata de ello y me pregunta con un tono un tanto chulito que qué miro. Y yo que eso de que me ganen filosóficamente que no lo llevo nada bien, le respondo; cada uno mira lo que le gusta. Desde ese momento, la química posible entre dos adolescentes de 11-13 años se genera mutua y no nos despegamos ni un segundo más. Comenzamos a hacer todo juntos, compañeros de pupitre, de gimnasia, de recreo, de pasillos, etc. Aunque los fines de semana nunca podíamos vernos por que la edad no nos permitía tener esa libertad de poder escoger que hacer, ansiábamos la vuelta a las clases para poder pasar tiempo juntos, tanto que además de la química ``sexual´´ éramos los mejores amigos. Pasamos al instituto y ya la posibilidad de ser compañeros de pupitre se nos terminó, él estaba en clase C y yo en clase D, pero los 5 minutos del cambio de clase los aprovechábamos como si de una eternidad se tratase y de clase en clase, nos escribíamos cartas tan bonitas que ❤ aún las conservo.
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